Hoy creo que Juan Román Riquelme tiene una clase, un estilo tan precioso como único; mañana diré, por el contrario, que no corre, juega sin ganas y lo único que hace, de vez en cuando, es algún gol de tiro libre.
Hoy vocifero que Daniel Montenegro es de lo mejor del fútbol local desde hace varios años, dueño de una velocidad y una pegada destacada por demás; mañana, con desprecio, me referiré a él como a un tipo con el que no se puede contar, porque se asusta en las difíciles, y en las fáciles también.
Ayer idolatraba a Martín Palermo, me rendía ante su condición de goleador excepcional y deseaba tenerlo siempre en mi equipo; hoy, con una sonrisa burlona, me río de su torpeza y opino que más que un maestro del gol es un tonto con suerte.
Ayer, para mí, Marcelo Bielsa era el peor imbécil, incompetente en lo suyo, y me importaba un comino que digan que era una persona y un trabajador intachable; hoy lo considero uno de los mejores directores técnicos y, encima, una de las pocas personas honestas que hay en el fútbol.
Ayer creía que los periodistas deportivos eran todos unos ladrones, que apenas si sabían leer y escribir y que sólo opinaban tal o cual cosa en función de lo que habían arreglado de antemano por dinero; hoy admiro el relato de Víctor Hugo Morales y los comentarios de Juan Fazzini y confío en la moral del gremio.
Hoy pienso algo que mañana no pensaré; ayer creía algo que hoy no creo; hoy construyo estatuas que mañana derribaré; me inclino ante hombres que mañana escupiré. ¿Cuál es el problema? No soy el único que lo hace; de hecho, todos lo hacemos. ¿Acaso está mal? ¿Por qué habría que tener coherencia, si hablamos de algo tan poco importante como una opinión sobre las cualidades de un futbolista, por ejemplo?
Hoy me avergüenzo, lo admito, de ser así como soy y de mis amigos también, de los muchachos con los que charlo de fútbol todos los días. Constantemente estamos gritando verdades que ayer refutábamos y mañana defenderemos, mirándonos a los ojos, criticando a los periodistas que hacen exactamente lo mismo que nosotros.
Hoy, decía, me avergüenzo, lo admito, de ser así como soy. Pero, por suerte, ya mañana no sentiré vergüenza alguna y seré feliz en mi miseria.
Fuente: La-Redo [1]
[1] http://www.la-redo.net/2009/
PD: a ver si le meten actividad al blog la puta madre